A partir del 1 de enero, Thomas Quiñones, se convertirá en el primer juez latino en la Corte Suprema de Nueva York
Emilio López Romero – Colaborador
Thomas Quiñones lleva más de treinta años demostrando que sí se puede, que el que trabaja duro por hacer realidad sus sueños acaba obteniendo resultados. Dentro de unos días este juez de Yonkers volverá a escribir otro capítulo más en su brillante historia personal de superación y accedió a hablar con Westchester Hispano antes de asumir sus nuevas funciones en la Corte Suprema del Estado de Nueva York.
“Me siento muy orgulloso, por mí y por mi familia, pero también siento una gran responsabilidad por todos los que vengan detrás”, nos asegura este juez orgullosamente boricua en su despacho de la corte de Yonkers, en cuyas paredes aún cuelga un retrato del “maestro” don Pedro Albizu Campos, héroe de la independencia de Puerto Rico, en medio de la cajas de la mudanza para su próximo destino en White Plains.
Nació en Manhattan y se crio en El Bronx en el seno de una familia de escasos recursos que necesitaba asistencia pública para poder salir adelante. “Siendo niño nunca vi una cara como la mía con una toga y jamás pensé que podría ser juez”, reconoce el juez Quiñones. “Pero mi mamá invirtió su vida en mí y yo nunca tuve que tener un trabajo para ayudar en casa, ella solo quería que estudiara”, añade.
No solo fue el primer miembro de su familia en acabar el high school y continuar su formación en la universidad. A finales de la década de los 70 estudió en Cornell, pasó después cuatro años por Hunter College y en 1987 recibió el título de Doctor en Derecho por la CUNY Law School. “Soy un ejemplo de que sí se puede”, afirma el juez, quien asegura orgulloso que ahora sus tres hijos también son universitarios.
Quiñones destaca que, según los últimos datos del censo, en Yonkers en torno al 44 por ciento de la población se identifica como hispana. “En la ciudad de Nueva York hay muchos jueces hispanos, pero yo fui el primero en Yonkers y voy a ser el primero en la Corte Suprema. Estamos ascendiendo, pero necesitamos más representantes de la comunidad en puestos públicos de responsabilidad”, asegura el juez.
“En mi casa la primera lengua es el inglés, pero mi esposa es cubana y también hablamos el español. Mis tres hijos entienden bien el español, pero son un poquito penosos porque no tienen la práctica”, afirma Quiñones. “En casa comemos comida hispana, en la Navidad siempre hay peleas entre la comida boricua y la cubana. Siempre hay coquito, hacemos flan, no falta arroz blanco con frijoles negros y por supuesto pernil y arroz con gandules. Eso no falta”, añade.
“A la gente joven lo que yo le digo siempre es que sigan sus sueños, que para lograr algo hay que preguntarnos qué nos hace felices, hay que intentarlo o nunca llegará”, asegura el juez. “Siempre he sentido que tenía una misión en la vida, ayudar a la gente, y por eso he dedicado mi vida a ser juez para ayudar a la gente. Podría ser un abogado privado y ganar mucho más dinero, pero lo que me gusta es ser juez y llevo 35 años siéndolo”, concluye.