Nicolás Meyer | Westchester Hispano | Colaborador
Esto es algo que pocos saben, incluso en California y Argentina mismas, pero hubo un momento en el cual la bandera argentina flameó sobre California.
En 1818 su capital era Monterey, y California todavía no era parte de Estados Unidos. Ni de México, que no había nacido como nación; aún era territorio español. California era la esquina más remota del virreinato de Nueva España.
Argentina, en cambio, ya había declarado su independencia (dos años antes), y estaba en guerra con España para hacerla efectiva. Como parte de ello, decidió montar una expedición para atacar posesiones y navíos españoles en cualquier parte del mundo, y fomentar, de ser posible, la causa de la independencia en los territorios de ultramar que seguían bajo la férula española.
Hay que admitir que otro de los motivos para lanzar la expedición puede haber sido alejar lo más posible de la Argentina a su comandante, Hipólito Bouchard, que tenía admirables cualidades bélicas pero un temperamento insoportable, discutidor con sus jefes, peleador con sus pares, y tiránico con sus subalternos.
La cuestión era que Argentina carecía de una flota naval propia. Entonces, recurrió a un sistema alternativo que muchos países empleaban en aquellos años, incluso Estados Unidos. Se tercerizaba el trabajo, dándoles a personas privadas autorizaciones para atacar y saquear las posesiones de la nación enemiga, a cambio de un porcentaje de lo obtenido. Esas autorizaciones se denominaban patentes de corso, y los que las portaban eran conocidos como corsarios (en inglés, “privateer”).
Muchas veces, las palabras “piratas” y “corsarios” se emplean como sinónimos, pero el hecho de que los corsarios actuaban en representación de un gobierno, constituyendo su marina alternativa, marcaba una diferencia. En la práctica, eran vistos como corsarios legales por ellos mismos y sus gobiernos auspiciantes, y como simples piratas por las víctimas de sus ataques.
Como no es de sorprender, la California española, cuando fue alcanzada por Bouchard y sus fuerzas, los consideró piratas. La California actual –aunque mayormente sólo los recuerda en una de las localidades donde hizo tierra, San Juan Capistrano– sigue con esa tradición. En Capistrano el episodio fue la base para montar una recordación anual interpretada por gente con ropaje de época… y la palabra “piratas” es un mejor imán turístico que la frase “atacantes contra la España que reinaba aquí y que buscaban no sólo botín sino propender a la lucha por la independencia”.
Hipólito Bouchard nació en Francia, donde todavía se hacía llamar Hippolyte. Su temperamento combativo era tal que, aunque era un marino, si no había alguna guerra naval a mano para alistarse en ella, también peleaba entusiastamente en tierra.
Sirviendo a Napoleón, Bouchard se distinguió en combate cerca de las costas de Malta. Llegó a Argentina antes de que ésta iniciase su rebelión contra España en 1810. Cuando lo hizo, se unió a su incipiente escuadra naval y se lució en una batalla, pero para su desgracia, se firmó un temporario cese de hostilidades, y la escuadra argentina fue desarticulada. Bouchard entonces se alistó en la caballería, bajo el futuro libertador, General José de San Martín. Tan buen servicio prestó que el gobierno lo hizo ciudadano argentino: cuando San Martín les ofreció combate a las fuerzas realistas, el que se abalanzó hacia el portador del estandarte enemigo y lo mató fue Bouchard.
Pero ahora sobrevino otra quietud en la guerra, así que renunció al ejército y volvió a mirar hacia el mar. Comenzaron a otorgarse las patentes de corso. Primeramente, Bouchard comandó una corbeta en una expedición en el océano Pacífico. Y entonces le llegó su nombramiento al mando de la expedición naval que lo llevaría a California.
Pero no fue allí directamente, sino que primero circunnavegó el globo, inicialmente con un solo navío. Casi ni pudo partir, porque era tan despótico que hubo un motín a bordo antes mismo de zarpar; pero, aunque le arrojaron un hacha, la esquivó y sobrevivió. El resto del viaje fue igual de animado.
En Madagascar causó un incidente diplomático con Francia y Gran Bretaña porque, como Argentina ya en 1813 había decretado una suerte de alto a la esclavitud, liberó a africanos esclavizados que estaban siendo embarcados en barcos de esos países. Luego lo atacaron piratas malayos; los echó a pique. Sólo tuvo éxito contra él el escorbuto, que mató a 40 de sus 200 hombres.
En Hawái descubrió una corbeta de amotinados de otra expedición argentina, que pensaban estar a salvo en un lugar tan apartado. Bouchard los rastreó isla por isla, ahorcó a los cabecillas, azotó a los demás, y los unió con su barco a su propia unidad de combate. Pero también en Hawái dejó filtrar que pensaba atacar California a continuación, y la noticia llegó a ese territorio antes que él.
El gobernador local huyó hacia el interior. En dos días, Bouchard se había apoderado de Monterey, y el 24 de noviembre de 1818 la bandera argentina era izada en la capital californiana.
Allí permaneció la expedición argentina (que incluía hombres de muchas naciones) cinco días. Antes de seguir viaje, destruyó el fuerte español y quemó las propiedades de la guarnición realista, preservando las de la población local. Luego saqueó una hacienda costeña (evacuada antes de su arribo) cuyos dueños habían tratado duramente a los locales que simpatizaban con el movimiento independista. A continuación, en Santa Bárbara, hizo un intercambio de prisioneros. Finalmente, conquistó y depredó San Juan Capistrano. Tras ello, dejó California.
¿Qué se hizo luego de Bouchard? Peleó para San Martín y luego para Perú. Perú lo recompensó con unas haciendas, donde todavía había esclavos. A estos, siendo propios, Bouchard no los liberó como había hecho con los de otros, en Madagascar. En un levantamiento, los esclavos lograron lo que ningún enemigo había podido: lo mataron.
Publicado el 05 de Junio, 2024
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