La cosmovisión de Ana María Quispe Piscoya

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La profesional en medicina alternativa está estudiando para convertirse en chamana, la sabiduría del camino a la vida feliz

Ana María Quispe Piscoya, la peruana experta en medicina alternativa.

Carlos Bernales/New York Hispano

“Es curioso que mi vida haya estado marcada por los contrastes, tengo dos apellidos andinos, pero a los cinco años me inicié en el mundo artístico como cantante de música criolla teniendo como mentores nada menos que a dos estandartes del criollismo peruano: Abelardo Takahashi Núñez y Manuel Acosta Ojeda”, nos dice. resumiendo su vida, Ana María Quispe Piscoya.

Quispe Piscoya, ha volado como las aves, que es lo que significa su apellido materno, y lo sigue haciendo porque sin duda, mientras nos hace un relato de su vida se percibe que está volando entre recuerdos y proyecciones que no terminan en esta mujer, diminuta y de frágil apariencia, pero grande y guerrera que proyecta una estatura mayor a sí misma.

“Escuchaba la música andina a escondidas y eso hacía que me apegara más a ella. Es que los prejuicios coloniales impuestos en el Perú han puesto en la marginalidad gran parte de nuestro acervo cultural que, poco a poco, he ido encontrando en latitudes que van más allá de la música”.

De niña, Ana María, percibió que la discriminación a la cultura andina no era normal, y eso puso en alerta sus sentidos.

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“En la escuela de secundaria me vi involucrada en política de izquierda porque sentí que esta orientación era más abierta y proclive a rescatar la parte olvidada de nuestro país”, dijo Quispe. “Eran tiempos muy agitados en el Perú, prosigue, pero a veces las cosas aparecen cuando una menos las llama. Cuando ya me iba a casar sucedió algo que cambió el curso de mi vida pues logré una visa y recursos para residir en Estados Unidos en 1978 cuando apenas cumplía 21 años.

Con el paso del tiempo, luego que se resolvieran inevitables temas familiares, nuestra entrevistada se forjó como dietista clínica, estudiando en Montclair State University,

“Me gradué en el 98, con honores, aunque estos no han sido motivadores de mi vida”, nos dice, mientras recuerda que su graduación también obtuvo menciones. Lo importante es que usé mis estudios para entender la importancia de los alimentos en la vida de cada persona. Preguntaba a los pacientes del hospital, cuáles eran sus costumbres gastronómicas para tener una idea de cómo esos alimentos pudieran haber contribuido al desenlace de las enfermedades.

Durante diez años, Quispe Piscoya, fue recreándose entre recetas para ayudar a la recuperación de pacientes. Hasta que un buen día, asistiendo en Paterson, New Jersey, a la exposición, Al otro lado de Machu Picchu, del arquitecto Mario Osorio Olazabal, autor del destacado libro Arquitectura y Cosmovisión Andina“, al escucharle hablar de la dieta de nuestros ancestros, y de la relación de esos seres humanos con la Pachamama y la producción de los alimentos, y de cómo Machu Picchu era un centro de investigación agrícola, como una universidad agraria de muy alto nivel, fue inevitable, sintió que el mensaje del arquitecto era como bajado de los Apus, esos seres vivos de la mitología andina, y que le llegaba al fondo.  Al final de la ponencia hubo una exposición fotográfica que mostraba la cantidad de productos agrícolas producidos por los antepasados andinos.

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Meses después, al asistir a una convención de nutricionistas en Cuba, tomó la decisión de ir a México, inspirada por un personaje que conoció en ese evento, Ronnie Cummins, fundador y director de la Asociación de Consumidores Orgánicos de Estados Unidos, quien ha reclutado a más de dos millones de consumidores dedicados a salvaguardar los estándares orgánicos y promover la salud alimentaria, regenerando el sistema de la producción de alimentos incluidos su comercialización.  

Fue así que abandonó todo, su buen trabajo, salario afortunado y estabilidad social para ir a San Miguel de Allende, México por un salario de precariedad para organizar la rama mexicana de la Asociación de Consumidores. Fue de esta manera como encontró que este trabajo sería rico en posibilidades para su formación y experiencia personal. Allí cumplió un servicio de dos años que incluyó su colaboración voluntaria en un Policlínico donde se atendían personas con problemas de obesidad, diabetes. Sobre todo, en trabajadores que regresaban de Estados Unidos con enfermedades surgidas del cambio de costumbres alimentarias.

Ana María Quispe Piscoya no se arrepiente por nada de haber traspasado la experiencia que cambió el rumbo de su vida, pues en el telúrico mundo al que se decidió a penetrar, se inició también en la sabiduría del camino que conduce a la vida feliz, sin angustias. Hoy, se encuentra estudiando lo suficiente para convertirse en chamana, que vulgarmente se conoce como curandera, sin saber muchas veces que estas personas como Quispe Piscoya tienen una larga trayectoria en medicinas alternativas. Hoy ella se encuentra experimentando con el Ayahuasca y el San Pedro, o wachuma, que desde la cosmovisión andina representan las plantas que ayudan al hombre a dejar atrás su separatidad, en el sentido que señala Erik Frohm y que no es otro que el encuentro de hombres y mujeres con la naturaleza misma.

Publicado el 22 de Julio 2021

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