El historiador peruano José Luis Rénique, autor de la “La batalla por Puno”, realiza un profundo análisis sobre la región, desde el siglo XIX hasta los 90s.
El Perú se tiñó de sangre desde el 7 de diciembre a raíz de las protestas por la destitución del presidente Pedro Castillo, muriendo 58 personas en Ayacucho y Puno, otros lugares de la sierra y en Lima. Hubo unos 1,200 heridos.
Las tensiones se acrecentaron en la capital en las semanas que siguieron, mientras se realizaban marchas de protesta con la llegada de miles de manifestantes de provincias, principalmente de la región de Puno. El gobierno de la presidenta Dina Boluarte, que ha señalado a la región del altiplano como el eje de las protestas, ha cometido algunos exabruptos en sus declaraciones sobre la región, como decir: “Puno no es el Perú”.
¿Y Por qué Puno?
El historiador peruano José Luis Rénique, que escribió ¨La batalla por Puno” en el 2004, ha cobrado gran importancia en la actual coyuntura porque en su libro relata la historia de las luchas de los puneños y realiza un profundo análisis sobre la región, desde el siglo XIX hasta los 90s.
“En este momento, Puno está marcando el paso de algunos problemas que no se ven en la escena política en la superficie pero que están muy activos volcánicamente en el subsuelo de la nación peruana. Los problemas vinculados al regionalismo, vinculados a la sobrevivencia de los sectores populares rurales”, destaca Rénique.
“¿Por qué las protestas de este período desde diciembre tienen en Puno una trascendencia extraordinaria que va de contramano con el lugar que Puno ha ocupado en el imaginario peruano del siglo XX, que es un lugar recóndito, remoto, colgado en el tiempo colonial?”, se pregunta el autor.
El historiador establece la relación. “Básicamente porque Puno tiene una población, un potencial social que constantemente ha vivido booms económicos que les ha permitido tener una capacidad de resistencia que no se ve desde fuera. Entonces no han sido solamente víctimas”.
“Lo que Puno reclama -y no estoy diciendo con esto que es una cosa clarísima, muy bien diseñada- es algo que tiene que ver con aprovechar sus propios recursos de una manera que le beneficie a la región. Y esa pugna es vieja en Puno”, dice enfáticamente.
Rénique aclara que “Puno es una excelente vidriera de los graves problemas que tiene el Perú, más allá de la coyuntura, más allá del corrupto #1, o del corrupto #2, o cuán conservador o reaccionario pueda ser el régimen actual”.
En 500 páginas, Rénique nos brinda una historia nada lineal del altiplano puneño desde sus intensas luchas campesinas del siglo XIX y su interacción con el mercado mundial por el precio de la lana después de la Primera Guerra Mundial, hasta su lucha por la educación de los campesinos con ayuda de los Maryknoll y de la Iglesia Adventista en las décadas que siguieron, pasando por el fracaso de las empresas asociativas de la reforma agraria del 70, hasta la derrota de Sendero Luminoso en los 80s y la toma de tierras y su parcelación a mediados de los años 90.
“Para mí el reto era mirar Puno desde una perspectiva muy diferente a la que tenía cuando pasaba en el tren y miraba el altiplano y decía: Todo esto es así porque es un legado del colonialismo y que es probablemente la manera más sencilla de narrar una historia para el que llega de afuera”, relata.
Y es así como muchos intelectuales caracterizaron la situación en el altiplano.
“Pero es un proceso mucho más complicado, y eso es lo que explica que hoy día Puno esté en erupción, y me atrevo a decir que eso va a seguir reflejando la política peruana por un tiempo…”
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El Factor Económico
“Puno es el único lugar de la sierra donde hay una actividad exportadora que no es minera”, destaca el historiador. “En un momento su producto, la lana, llega a Manchester, y es hilado, y se lo devuelven como ponchos, prendas de vestir. La geografía de Puno -que es plano porque está ubicado en la meseta del Collao, a orillas del Lago Titicaca en la frontera con Bolivia- es fundamental para entender por qué aparece ahí un tipo de confrontación social peculiar, porque ninguna otra región del país tiene estas características fundamentales”, detalla. “El 27 % de las comunidades campesinas del Perú se encuentran ubicadas en Puno”, agrega.
“Ah, ¿no me dejas sacar mis cosas por acá? Entonces las saco por allá. Me cruzo la frontera”, dicen los negociantes puneños, comenta el autor.
La frontera peruano-boliviana es extensa, tiene unos 600 kilómetros (373 millas) y se cruza sin ningún problema. “Vas y vienes”, añade.
Por ejemplo, hoy se habla del narcotráfico, del contrabando del oro, de la aparición de algunas metrópolis campesinas en Puno, de una dimensión que no existe a través de la Sierra, y eso es algo que -creo yo- se explica con el patrón histórico que yo presento en mi libro”, enfatiza.
“Si vas a Ilave o a Juliaca, al margen de que se haga una investigación detallada de cómo el comercio ilícitio del oro explica el desarrollo de Juliaca, que ya va por el millón de habitantes, tienes que aceptar que ahí hay una dinámica económica que transcurre sin la participación del estado peruano”, remarca Rénique.
El Litio
El yacimiento de litio más grande del mundo fue descubierto en Puno.
“El asunto es ¿cómo se va a explotar ese litio? He escuchado una entrevista con el gerente general de la empresa, que es una persona que conoce Puno y me parece que entiende más o menos la situación social y la complejidad de sacar adelante su proyecto y están proponiendo un trabajo de coordinación con las comunidades”, subraya el historiador.
En el 2018, Ulises Solís, gerente general de la empresa Macusani Yellowcake, una subsidiaria canadiense, informó que habían descubierto recursos equivalentes a 2.5 millones de toneladas de litio de alta ley. Y hace unos días anunció que en estos meses comenzarán a perforar en el área de Quelcaya y Chacaconiza, donde habría un equivalente a 4.7 millones de toneladas de carbonato de litio, según la Revista Rumbo Minero.
Efectivamente, la empresa ha realizado negociaciones con las comunidades de la zona.
“Es un buen testimonio que un empresario haya incorporado en su discurso, un lenguaje que ya no son los típicos esquemas de moderno-atrasado o civilización y barbarie, que es el que utilizaron las autoridades peruanas para justificar las masacres en Juliaca hace solo seis meses”, hace notar Rénique.
“Una de las cosas más impresionantes de esos días fue cómo la propia retórica gamonal, tal vez filtrada en el subconsciente de algunos de los dirigentes políticos del Perú, revivía términos como asonada, escarmientos… todo ese lenguaje que justificaba dentro de un marco tipo Faustino Sarmiento, en Civilización y Barbarie, el uso de la violencia”, enfatiza el historiador.
A Rénique le preocupa que actualmente haya una falta de comprensión del actor que tienen al frente.
“Algo que es trágico -porque incluso he escuchado en Lima- a profesionales muy cercanos, gente que conozco o con quienes tengo vínculos familiares, decir cosas como: Mujeres aymaras protestando en el centro de Lima. Eso solo se puede entender si hay un narco financiándolas, como si no hubiera actores políticos en la sierra. Y lo que mi libro trata de demostrar es que siempre hubo actores políticos desde el siglo XIX, que eran capaces de montar, vía Juan Bustamante, una campaña que resuene en Lima.
Bustamante es uno de los personajes, que Rénique describe en la primera parte de su libro, Indios e Indigenistas, quien representa a los indios ante las autoridades de Lima, como muchos otros “mensajeros” que llevaban a la capital los reclamos y preocupaciones de las comunidades indígenas.
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¿Qué es ser Aymara hoy en el Perú?
“¡Es aymara la señora a la que le pegan en la Plaza San Martín! Qué está reclamando, además con un discurso político. No está reclamando desde la perspectiva de un discurso ancestral o mesiánico, ¡no! Está diciendo participación. ¡Está diciendo no insultes a mi voto! Está diciendo: ¡No me desprecies! Trátame como uno de ellos. ¡Respeta mis polleras!”, enfatiza el historiador.
“Y también es un aymara, uno de los “mochasueldos”, un sinverguenza que les quita el sueldo a sus empleados en el Congreso, y que se porta como uno de los gamonales de los años 20”, agrega.
Entonces ¿qué sucede?
“La convicción de mucha gente en Puno se ha fortalecido porque lo que hay en el fondo, la chispa que ha desatado este último ciclo de movilización puneña es el insulto, es el desprecio. Los abogados limeños que colaboraban con los grupos de derecha trataban de justificar el fraude -alegando que- estaba probado porque 20 personas que se apellidaban igual habían votado en el distrito tal”, menciona con asombro el historiador.
“Es realmente descorazonador ver que, en el 2023, casi un cuarto del siglo XXI, se sigue hablando como hace 100 años en el Perú, pero no porque el colonialismo haya persistido, sino porque la mentalidad con que se mira al interior del país, ha persistido”, deplora Rénique.
Su conclusión es que “Puno es una especie de prueba ácida para el estado republicano porque el gobierno central nunca encontró una fórmula viable y estable, a mediana y larga duración, para encarrilar a Puno al proceso de la nación peruana”.
El libro “La Batalla por Puno: Conflicto agrario y nación en los Andes Peruanos” es una lectura obligatoria para entender a la región del altiplano y los sucesos de la actualidad, tal como ha expresado el historiador en una entrevista reveladora de nuestra realidad peruana.
José Luis Rénique, que estudió Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad de Columbia en Nueva York, ha sido catedrático en Lehman College y en el Centro Graduado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Es autor de, “Los sueños de la sierra. Cusco en el siglo XX”, “La voluntad encarcelada”, “Imaginar la nación”, “Incendiar la pradera” y “La nación radical”. Y su más reciente trabajo sobre el Perú actual, es uno de los siete ensayos de la obra “La condena de la libertad”, de los autores Paulo Drinot y Alberto Vergara.
Publicado el 29 de Agosto 2023