Primer concejal de Queens de origen ecuatoriano

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Francisco Moya nacido para político, abre el camino a los jóvenes ecuatorianos, para que también se animen a servir a su comunidad

El concejal Francisco Moya, acompañado del alcalde de la ciudad de Nueva York, Erik Adams.

Arturo Castillo/New York Hispano

Colaborador

Siendo todavía un niño, Francisco tuvo una premonición: supo qué sería cuando fuera grande. Él no era el típico niño, que soñaba con ser bombero, policía o astronauta; él quería ser congresista. Y plasmó su deseo con su letra infantil en un pedazo de papel, que su padre todavía conserva con orgullo.

Es Francisco Moya, concejal de Queens, admirado por la comunidad ecuatoriana, particularmente. Su don de gentes, su ánimo cordial, su entrega a las mejores causas sociales, le han llevado a posiciones políticas de gran responsabilidad.

Luego de un breve diálogo de calentamiento, le proponemos hacerse un autorretrato, con rostro de político.

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“Soy una persona humilde en lo que hago; siempre pienso en servir a la comunidad, y la política me da esa plataforma. La posición que ocupo la uso para abrir el camino a los jóvenes ecuatorianos, para que ellos también un día se animen a servir a su comunidad. Soy el primero, pero no seré el último”.

Sus afirmaciones suenan genuinas y sinceras. Nos da curiosidad, sin embargo, de saber si el político y el ser humano conviven en Francisco Moya de manera coherente, si el discurso y los hechos están alineados.

“Soy de verdad una persona que le gusta ayudar a la gente. La forma cómo me criaron mis padres, inmigrantes ecuatorianos, hizo de mí la persona que soy ahora. Yo aprecio mis raíces. Cada verano, mis padres nos enviaban a mi hermano y a mí a pasar dos meses de vacaciones en Ecuador. Los mejores años de mi vida los he pasado allá, con mi familia, recorriendo ese país tan hermoso, reconociendo mis raíces, aprendiendo su historia.

Mi padre vino a este país con la idea de ser un arquitecto, y atendió la universidad, donde se graduó con honores, aunque no exactamente de arquitecto. También luchó en la guerra de Vietnam. Él abrió un camino para mi hermano y para mí. Nosotros hemos tenido la oportunidad de hacer una realidad el sueño americano. Es por ello precisamente que quiero dar una mano a la juventud, a la nueva generación de ecuatorianos que llegan a este país.

La vanidad del poder suele extraviar a los políticos, y Moya está plenamente consciente de ello. “Me tomo esta posición con mucha seriedad. Me siento muy humilde cuando la comunidad ecuatoriana me reconoce caminando por las calles de Corona, y saludan a Francisco Moya, su paisano. Estoy seguro de que para ellos es un motivo de orgullo. Pero eso conlleva una responsabilidad muy grande. Como hijo de ecuatorianos, es un inmenso honor haber servido primero como asambleísta a nivel Estatal y ahora en el Concejo Municipal de New York, proponiendo y apoyando leyes que tienen un gran impacto no solo en la comunidad ecuatoriana, sino en la población latina en general. Yo fui el autor, por ejemplo, del Acta del Sueño, cuando estuve en la Asamblea Estatal, y que ahora es una ley que abrió el camino para que los jóvenes inmigrantes indocumentados puedan acceder a ayudas que les permitan estudiar la universidad”.

El concejal de Nueva York, Francisco Moya, muestra orgulloso su bandera ecuatoriana.

Otra legislación promovida por mí, de gran incidencia para los ecuatorianos que trabajan en la construcción, explica, es la Ley de Carlos (Carlos’ Law), en alusión a Carlos Moncayo, un joven ecuatoriano de 21 años que vivía aquí, en Corona Queens, y que murió mientras laboraba. Hay mucho abuso a los inmigrantes en esa industria, pero ahora esa ley obliga a los constructores a responder económicamente cuando ocurren accidentes y muertes en el lugar de trabajo.

Moya es un político apasionado, que atiende agendas diarias extenuantes, de modo que le preguntamos si le quedan tiempo y energías para hacer algo que no sea política. Entonces la formalidad del político se transforma en euforia futbolera. “¡Me encanta el fútbol! Soy hincha y socio del Barça. Viajo siquiera dos veces al año a Barcelona para verlos jugar; he recorrido todo el mundo para disfrutar de la magia de su fútbol. En mi oficina tengo camisetas autografiadas, zapatos, de Iniesta, Villa, Messi, Busquets. Tengo la camiseta del Antonio Valencia, cuando jugaba en el Manchester. Estuve en dos Champions League; en Wembley, cuando el Barça se coronó campeón. A los niños les encanta venir a mi oficina para ver las camisetas, para tomarse fotos”.

Pero, además, su actividad política ha convergido con el fútbol de muchas maneras, beneficiando a centenares de jóvenes y niños.

Moya es un sujeto inusual, ajeno a las extravagancias del poder, fiel a su identidad, libre de artificios, con un natural don para comunicarse. Su barrio es el barrio de siempre, donde creció, donde se inauguró como líder y como político.

El concejal de Nueva York, Erik Adams, saludando al presidente de Estados Unidos Joe Biden, durante la pandemia Covid-19.

“Siendo yo muy joven, un día le robaron a mi prima en frente de su casa. Entonces formé una asociación de vecinos para patrullar la calle; nos coordinamos con la policía. Luego, empezamos a embellecer las calles, sembrando árboles y flores, limpiando grafitis”, cuenta.

Esos hechos marcaron su destino político. Por ahora solo parece preocuparle el presente; sin embargo, le preguntamos si le gustaría compartirnos algún sueño inconfesable, a lo cual ríe con desenfado. “Lo mantendré inconfesable”, dice. Pero se siente tentado de comentar: “En política siempre hay posibilidades. Quién sabe si los ecuatorianos llegan a tener su primer congresista”. La confesión está hecha.